El fenómeno psicológico de las proyecciones. "Digo sobre ti, lo que pienso yo de mi"
Resulta muy interesante escuchar y analizar las premisas que las personas plantean entorno a lo que creen que los demás piensan de ellos ¿A qué se debe que una persona realice un planteamiento relacionado con aquello que los demás piensan de uno mismo? A todos nos interesa saber y conocer lo que los demás piensan sobre nosotros: sobre nuestra forma de comportarnos, sobre nuestra personalidad o sobre nuestra imagen. Es una manera de tantear si nuestra adaptación social va bien encaminada. Pero, ¿cómo se originan y desarrollan esos pensamientos? Parece más simple de entender si lo concebimos como una conversación unidireccional, es decir, la persona hablando consigo misma sobre sí misma.
Cuando realizamos dichas premisas, analizamos lo que los demás piensan de nosotros, sin darnos cuenta del detalle de que, en realidad, somos nosotros mismos pensando sobre nosotros mismos. Esto se hace relevante si extraemos la idea de que tan solo podemos saber lo que los demás piensan de nosotros si se les pregunta y, en ocasiones, puede darse el que nos mientan, en cuyo caso seguiremos sin saber lo que realmente piensan sobre nosotros. Por ello el cerebro, dada su larga trayectoria evolutiva, ha aprendido a autogestionarse consiguiendo obtener premisas aun con una reducida ausencia de input del medio externo. Es decir, si no recibimos o recibimos una escasa respuesta a alguna pregunta, nuestro cerebro la crea; y dicha creación se origina mezclando una serie de aspectos propios a la persona. En este caso la premisa de “qué piensan los demás de mi” se origina mezclando lo que yo pienso de mi mismo y lo que pienso del mundo que me rodea. En definitiva, proyecto mi mundo interno al mundo externo.
Parece muy curiosa esta idea dado que reflejamos en los demás lo que realmente pensamos de nosotros mismos. En ocasiones, cuando preguntamos directamente a los demás sobre nosotros, lo que piensan y lo que nosotros pensamos es idéntico o muy similar, pero en otros casos hay diferencias abismales. ¿A qué se deben estas diferencias o similitudes? Principalmente a si somos capaces de aceptar o no nuestros atributos, si somos capaces o no de trabajar nuestros miedos, y de si aceptamos y trabajamos o no nuestras debilidades y fortalezas. Extraemos lo que podemos del mundo externo, lo mezclamos con nuestro mundo interno y obtenemos nuestra respuesta. Las proyecciones que hacemos de los demás sobre nosotros mismos irán ligadas al conocimiento que tenemos de los demás y al conocimiento de uno mismo. Es decir, lo que creemos que los demás piensan de nosotros está íntimamente relacionado con lo que nosotros pensamos de nosotros mismos, siempre en relación a nuestro medio externo.
Todas estas proyecciones que hacemos de los demás en nosotros, se relacionan íntimamente con la concepción que tenemos de nosotros mismos, de nuestras debilidades y nuestras fortalezas. Nos detendremos un momento para explicar estos conceptos. Se entiende por debilidad aquello que consideramos que podemos o debemos cambiar de nosotros mismos. Una serie de aspectos con los que no estamos conformes y creemos, dificultan nuestra relación con el mundo. Por otra parte, entendemos por fortaleza aquello que consideramos que nos hace ser personas reconocibles y valoradas en nuestro entorno; son elementos de los que nos sentimos orgullosos y que debemos potenciar. La concepción de si una cualidad personal es una fortaleza o una debilidad ira ligada a si hace a la persona más adaptada socialmente o no. Todo ello dependerá del entorno o la cultura en la que la persona se desarrolle.
Una vez explicados estos dos conceptos, los relacionaremos con las proyecciones que hacemos sobre los demás con el fin de dejar claro como nuestro mundo interno interpreta y se relaciona con el mundo externo, y cómo lo que pensamos de nosotros mismos afecta a esas interpretaciones y relaciones. Todo ello lo pondremos en práctica mediante la explicación de una dinámica que consiste en ponernos delante de una persona allegada y decirle lo que “nos aleja y nos acerca a él”. Con esta dinámica se ponen de manifiesto las interpretaciones que hacemos de los demás y cómo afectan nuestras debilidades y nuestras fortalezas a nuestras interpretaciones del mundo y a las relaciones personales que establecemos.
En esta dinámica se pueden dar cuatro casos:
1º. Proyección de mis debilidades en las fortalezas de los demás. Ejemplo: “Me aleja de ti, que sean tan activo”, puesto que yo me considero vago.
2º. Proyección de mis debilidades en las debilidades de los demás. Ejemplo: “Me aleja de ti que seas tan vago”, puesto que yo me considero vago.
3º. Proyección de mis fortalezas en las debilidades de los demás. Ejemplo: “Me aleja de ti que seas tan tímido”, puesto que yo me considero extrovertido.
4º. Proyección de mis fortalezas en las fortalezas de los demás. Ejemplo: “Me acerca a ti que tú seas tan extrovertido”, puesto que yo me considero extrovertido.
En el primer caso, cuando proyectamos nuestras debilidades en las fortalezas de los demás, probablemente lo hagamos porque nuestra debilidad no es adaptativa en nuestro entorno y deseamos cambiarla. Al ver la fortaleza que queremos para nosotros en otra persona, nos alejamos de ella, de forma inconsciente. Vemos en el otro un aspecto de nuestra personalidad que queremos trabajar y que aun no hemos comenzado a trabajar. En el segundo caso, cuando proyectamos nuestras debilidades en las debilidades de los demás, en cierto modo pasa lo mismo que en el primer caso. Vemos en el otro un aspecto de la personalidad que nos conecta con aquello que queremos trabajar o que nos estamos trabajando, pero con lo que aun tenemos mucho que hacer. La única diferencia es que en vez de conectar con la fortaleza del otro, conectamos con la debilidad de otro. Aun así, ambos aspectos transmiten la idea de que queremos trabajarnos nuestra debilidad. También es cierto, y digno de reseña, que en ambos casos pueda darse el alejamiento, no porque queramos trabajarnos nuestra debilidad, sino porque la conocemos y no queremos enfrentarnos a ella.
En el tercer caso, cuando proyectamos nuestras fortalezas en las debilidades de los demás, quizás sea porque conciba a mi fortaleza como un aspecto de mi personalidad que me ha costado mucho trabajar y me cuesta concebir cómo hay otras personas que no se trabajan esa debilidad que tanto conecta con mi fortaleza. En cierto modo, esta proyección también tenga connotaciones de instrucción o salvamento del otro. Es decir, que yo intente instruir o salvar a una persona a la que, en cierto modo, considero débil, desde mi posición de persona fuerte. En el cuarto caso, proyectamos nuestras fortalezas en las fortalezas de los demás, porque estamos orgullosos de ellas y queremos que sigan formando parte de nuestra personalidad. Probablemente nos haya constado mucho esfuerzo considerarlas como propias.
Finalmente cabe destacar que, en la mencionada dinámica, no se dice habitualmente “yo soy…”, sino que directamente decimos “me acerca/aleja de ti…”. Del mismo modo, cuando le decimos a una persona “yo pienso que tú piensas de mí”, no plasmamos ese “yo soy…” Aun así, en ambos casos, estamos plasmando una idea en el mundo externo en base a las interpretaciones que hacemos sobre nosotros mismos, aspectos que normalmente obviamos. La idea fundamental de todo esto, es darnos cuenta de cómo nos relacionamos, por qué lo hacemos (causa de la relación) y para qué lo hacemos (recompensa de la relación). Si nos percatamos de todos estos detalles obtendremos una información muy valiosa sobre nuestra forma de ser y de comportarnos y daremos respuesta a multitud de incógnitas que nos ayudaran a conocer las relaciones con nuestro entorno y a nosotros mismos.
¿Qué proyectas tú en los demás?