¿Qué es y en qué consiste un proceso de duelo?
Conjunto de manifestaciones de tipo emocional, cognitivo y conductual que suceden tras una pérdida. Dichas emociones son dolorosas e inesperadas con respecto a la pérdida. El proceso crea desconcierto en la persona al tener que seguir adelante con su vida sin esa vinculación. La persona elabora una reconstrucción de sí misma, de sus relaciones personales, de las actividades que desempeña. El que una persona supere su duelo o no dependerá de los factores de protección y de riesgo con los que cuente
FACTORES DE PROTECCIÓN
Madurez cronológica
Salud física y salud mental
Capacidad de Afrontamiento
Espiritualidad
Apoyo familiar y social
Duelos ya resueltos
Regulación emocional
FACTORES DE RIESGO
Estilo de afrontamiento pasivo
Relación afectiva ambivalente
Relación afectiva dependiente
Problemas mentales y físicos
Falta de apoyo familiar y social
Dificultad regulación emocional
¿en qué situaciones puedo estar pasando un DUELO?
Todo proceso de duelo se da ante una situación de pérdida, ya sea material/física, social o emocional, produciendo una ruptura de la vinculación, pudiendo esto ocasionar dificultades de adaptación en los diferentes ámbitos de la vida de la persona. Algunas de estas situaciones de duelo podrían ser las siguientes:
FALLECIMIENTO
Es uno de los procesos de duelo más frecuentes. Se da cuando fallece una persona con la que se tiene una vinculación emocional, ya sea positiva o negativa. Suele existir la creencia (errónea y mitificada) que cuando nos distanciamos socialmente de una persona los procesos de duelo no tienen porque ser necesariamente complejos y que, suelen elaborarse mejor. Esto no siempre es cierto. El que un proceso de duelo, por el fallecimiento de una persona, se complique, dependerá, entre otros factores, de la relación actual que se tiene con esa persona, de la relación que se ha tenido y de la que se hubiera querido tener. La emoción que más dificulta la correcta elaboración de los procesos de duelo suele ser la culpa y, dicha emoción, suele darse con bastante frecuencia en duelos en los que la persona fallecida y el doliente mantuvieron una relaciona de dependencia o ambivalencia.
Entre los principales factores de protección ante un proceso de duelo por fallecimiento están: edad avanzada del fallecido, apego seguro, participación en su cuidado, enfermedad corta, muerte prevista, pérdida socialmente aceptable.
Entre los principales factores de riesgo ante un proceso de duelo por fallecimiento están: juventud del fallecido, rol familiar de padre/madre/hijo/esposo/a, hijo/a, enfermedad de larga duración, muerte por suicidio u homicidio, muerte repentina y muerte deseada.
Considero importante abrir un espacio a los fallecimientos a causa de suicidio, dado que, este tipo de pérdida es catalogada como la primera causa de muerte violenta en España, donde, en 2020, se llevaron a cabo un total de 3.941 suicidios, de los cuales 2.930 eran hombres y 1.011 eran mujeres. Esto supone un total de 11 suicidios al día y 1 cada dos horas. Las cifras son desoladoras, pues duplican las cifras por accidentes de trafica en nuestro país. Aun con ello, la muerte por suicidio sigue siendo considerado uno de esos duelos llamados "desautorizados", es decir, esos procesos de duelo sobre los que existe un tabú, que la familia esconde, que se queda grabado en el ADN y en la memoria de la familia durante generaciones, que hay que esconder. Esto dificulta en grado sumo el proceso de duelo de las familias. junto con los sentimientos de culpa, resentimiento, ira, tristeza o fracaso (como padre, madre, hijo/a, esposo, marido) al pensar que no se ha hecho lo suficiente por ayudar al familiar o a darse cuenta que había un problema emocional latente, que ha acabado con su vida.
RUPTURA DE PAREJA
Esta suele ser una de las situaciones de duelo más frecuentes, después de las pérdidas por fallecimiento de un ser querido. Ante una ruptura de pareja se produce la pérdida, no solo del vínculo amoroso con el ser amado (que es lo más evidente), sino también de una estructura vital formada entorno a esa relación, es decir, se pierde el estilo de vida que se tenía hasta el momento, las rutinas establecidas, las metas y objetivos comunes (a corto, medio y largo plazo) y, en muchos casos, se pierde la estructura social (amigos, familia y conocidos) y la estabilidad económica (ingresos, vivienda, trabajo). La cantidad de pérdidas, como es de suponer, dependerán del nivel de compromiso e implicación que los miembros hayan puesto en la relación y, como no, de la duración de la relación. Una vez se lleve a cabo la ruptura ambos miembros se ven inmersos en una vorágine de cambios (sociales, vitales, emocionales) a los que deberán enfrentarse y adaptarse, creando un nuevo escenario vital como base para crear un nuevo camino por separado.
DUELO PERINATAL, GESTACIONAL O NEONATAL
Cuando hablamos de duelo perinatal, nos referimos al que se produce tras la pérdida de un bebé durante el embarazo, o en los momentos previos o posteriores al parto, en el caso en el que el bebé haya fallecido entre las 28 semanas de gestación y la primera semana de vida. Se habla de duelo gestacional cuando se produce la pérdida por la muerte del feto que lleva más de 22 semanas en el vientre de la madre. En el caso del duelo neonatal, hablamos de una pérdida que se da cuando el bebé, habiendo nacido, presenta problemas durante los 28 días siguientes y muere.
Este tipo de pérdida es mucho más frecuente de lo que el común de la sociedad se puede llegar a imaginar y, por ende, genera graves problemas psicológicos y emocionales en madres (y padres) dado que no deja de ser la pérdida de un/a hijo/a. Desde el mismo momento en que una mujer queda embaraza se comienzan a crear expectativas y a surgir numerosas preguntas, sobre la criatura que lleva en su interior: cómo será, a quién se parecerá, la educación que se le dará, el nombre que sele pondrá, la ropa que se le comprará, o lo mucho que se le querrá. Se tiende a preestablecer toda una vida, incluso antes de su propio nacimiento. Durante el trascurso del embarazo, conforme la gestación va avanzando, la ilusión es cada vez mayor: se van comprando sus cosas, se va tomando el rol de madre, se comienza a preparar su habitación, los padres se van formando y, por supuesto, la madre cada vez lo siente más en su interior.
En el momento en el que se lleva a cabo la pérdida, todas las esperanzas depositas en esa pequeña criatura, toda la ilusión por lo que estaba por venir, queda dañado. Ante esa situación, es necesario que los dolientes pasen por el dolor, si así lo necesitan para, progresivamente, avancen hasta el cierre de esa etapa y la continuación de sus vidas, para la búsqueda de nuevos objetivos, esperanzas e ilusiones.
Es importante abrir, en este apartado, un espacio para los procesos de duelo como consecuencia de abortos provocados durante los primeros tres meses de embarazo. Es recomendable analizar las causas y motivaciones de la madre con el fin de determinar los factores de riesgo que pueden existir hacia un posible duelo complicado por la pérdida. Hay que tener en cuenta que, en muchas ocasiones, lo abortos provocados no van ligados al deseo de la madre, sino a elementos influyentes del entorno (presión familiar, carrera laboral, situación económica del sistema familiar), al desarrollo del propio feto (enfermedad, síndrome, malformación) o a las circunstancias del embarazo (infidelidad a la pareja, edad temprana de embarazo o violación). La causa por la que una madre decide abortar determina, en cierta medida, la probabilidad de padecer un proceso de duelo complicado, aunque no hay que olvidar que el principal indicador es, sin lugar a dudas, el deseo de la madre hacia ese/a hijo/a y, por consecuencia, al sentimiento de culpa que actúa tras haberse llevado a cabo un acto, forzado por unas circunstancias, que no se quería llevar a cabo. También hay que señalar que no solo aquellas madres que deseaban tener a su hijo, y abortaron, pueden desarrollar un proceso de duelo complicado, sino que, en muchos casos, aquellas que en su momento decidieron hacerlo por propia voluntad, tras la decisión, pueden acabar por enfrentarse al arrepentimiento y a la consecuente culpa. El proceso de duelo tras el aborto, también se incluye dentro de los mencionados como duelos desautorizados.
PÉRDIDA DE TRABAJO
La pérdida de un trabajo es considerado una de las mayores fuentes de estrés, dadas las repercusiones económicas, personales, sociales y psicoemocionales que acarrean para la persona. Cuando una persona se queda sin trabajo, en muchas ocasiones, puede llegar a ser liberador, si el entorno del trabajador o las funciones que desempeñaba eran causa de malestar. No obstante, independiente de si el dejar un puesto de trabajo ha sido deseado o no, el hecho de cambiar el funcionamiento de la rutina diaria y, muchas veces, el estilo de vida por la pérdida de nivel adquisitivo, hace que la persona pueda llegar a experimentar sentimientos de fracaso o inutilidad ("no valgo, quien va a querer contratarme, soy un inepto"), culpa ("no debería haber dicho lo que dije o tendría que haber hecho tal cosa"), desesperanza ("no voy a volver a trabajar nunca, la vida no tiene sentido"), vacío ("no tengo nada que hacer"), rabia, tristeza o soledad, a veces, por la falta de contacto social. Hay personas que su único contacto social es el entorno del trabajo y, cuando se encuentran en desempleo, pasan a experimentar una soledad difícil de sobrellevar.
PÉRDIDA DE LA SALUD
Este tipo de pérdida suele darse ante procesos de enfermedad, repentinos o paulatinos, que llevan a la persona a experimentar la vivencia de una serie de cambios físicos, de funcionalidad corporal o cognitiva y que acarrean un considerable malestar psicológico y emocional por la situación de degeneración de la propia salud y la añoranza de la bueno condición física que ya no se tiene. Suele presentar en una amplia diversidad de enfermedades, entre las que se pueden destacar: Cáncer, Alzheimer, Parkinson, Esclerosis Múltiple, Diabetes, Parálisis o Amputaciones corporales, enfermedades Renales, Coronarias, Hepáticas, pérdida de algún Sentido o Enfermedades Raras.
Este proceso requiere de un intenso ejercicio de autocompasión y respeto, así como de aceptación de una nueva y dolorosa realidad. Cabe destacar, que los procesos de duelo ante la pérdida de salud, no solo se dan en la propia persona, sino que afectan considerablemente al entorno, quienes, en muchas ocasiones, suelen pasar a ser cuidadores directos, que dejan de tener a un marido, esposa, hijo/a, padre o madre sano. Suele estar muy presenta lo que se conoce como la "carga del cuidador" que acarrea consigo un esquema muy particular de malestar psicoemocional.
RUPTURA DE AMISTAD o PÉRDIDA DE VÍNCULO AFECTIVO
Aristóteles, ya en el siglo IV a.C., remarcó el papel social del ser humano, su función social, junto a la función lingüística. Somos animales sociales (en griego, "Zoon Politikón"), en tanto en cuanto nos agrupamos en familias, comunidades y Estados y, además, somos seres que hablamos. Cuando se provoca la ruptura de uno de esos vínculos que nos unen a la sociedad, nuestro esquema de vida se quebranta y nos dificulta el avance y el desarrollo vital, apareciendo sentimientos de tristeza, rabia o culpa, pero también de vacío y soledad, que acrecientan los anteriores.
Vivir en sociedad hace a las personas sentirse que forma parte del un "algo colectivo", dentro del cual representan una función y un rol que, en ocasiones, sin esa pertenencia no se podrían expresar: no se puede ser padre sin hijos, ni esposo o mujer sin pareja, ni amigo sin amigos. El rol, el concepto, queda totalmente desvirtuado e invalidado sin la existencia de la vinculación social. De manera que, cuando se efectúa la ruptura o pérdida de un vínculo social (y más aun cuando la relación es dependiente o ambivalente) los procesos de duelo suelen estar muy presentes, marcando el futuro desarrollo individual y social de la persona.
PÉRDIDA DE VIVIENDA
Durante la crisis vivida en España de 2.008 a 2.014, tras el "Boom de la construcción" o la "Gran Recesión" (a nivel mundial), muchas familias se quedaron sin hogar: al quedarse sin trabajo no pudieron continuar abonando los pagos de las hipotecas de sus casas y las entidades bancarias procedieron a emitir tramites de desahucio. Muchas familias pasaron de tener un nivel de vida y un poder adquisitivo que les permitía cumplir sus metas y deseos a, casi de un día para otro, perder todo lo construido, literalmente. Estas familias no solo se enfrentaban al proceso de duelo propio de la pérdida del status social o nivel económico (que también agudiza los procesos de duelo) sino a la incógnita de donde acabarían viviendo y a la pérdida de un hogar que con tanto esfuerzo y deseo habían logrado tener.
La vivienda, el hogar, es ese entorno en el que la persona se siente segura y protegida. Cuando todo fuera es desorden o problema, el hogar busca ser ese remanso de paz y cobijo que abriga ante el frio y recoge del caos. La casa de uno es el sitio donde habita el recuerdo de una vida y es el punto de encuentro de la familia. Ante la pérdida de esa concepción, se quebranta el esquema de vida y lleva a la persona a la tesitura de una doble posibilidad: la continuación mediante la capacidad de afrontamiento y la resiliencia, o la desesperanza y el vacío existencial. Ambas forman parte del proceso de duelo tras la pérdida de vivienda, lo recomendable es adquirir las herramientas para que la primera acabe siendo la reinante.
INMIGRACIÓN
La decisión de una persona de marchar a otro país, acarrea una serie de consecuencias emocionales y psicológicas pues, aunque puede albergar esperanza de que lo que va a encontrar en ese país de destino le aportará mayor bienestar que lo que deja en su país de origen, aquello que deja no es solo malestar. Quienes abandonan su tierra en busca de un futuro mejor, dejan atrás sus costumbres, su familia, su vivienda, su barrio, un idioma, amigos... En definitiva, quienes dejan su país, dejan prácticamente toda su mochila emocional y gregaria para caminar, a veces en soledad, hacia un futuro incierto. Por motivos laborales, territoriales, bélicos, políticos, sanitarios, alimentarios o medio-ambientales, muchas personas se ven en la amarga tesitura de abandonar su vida en camino de una vida nueva, y esto conlleva un difícil proceso de asimilación y adaptación a lo novedoso, así como un proceso de duelo por lo dejado atrás.
MUERTE o DESAPARICIÓN DE MASCOTA
Las mascotas, cada vez más son considerados como elementos principales de la individuales de los humanos así como de los sistemas familiares. De hecho, nuestros animales ya son un miembro más de la familia también a efectos de la ley. Con la modificación del Código Civil aprobada el pasado 2 de diciembre de 2.021, los animales han dejado de ser considerados "cosas" o "bienes inmuebles" para ser reconocidos como "seres sintientes", o seres dotados de sensibilidad.
No podemos olvidar que, los animales han acompañado emocionalmente al ser humano desde la prehistoria. Hace 27.000 años, nuestros ancestros ya utilizaban perros para perseguir y abatir mamuts. Es más, estos canes, domesticados a partir de lobos especialmente curiosos que se acercaban a los asentamientos humanos en busca de comida, incluso eran honrados cuando fallecían.
Las mascotas aportan sensibilidad, cercanía, consuelo, acompañamiento y alegría al ser humano, de ahí que sean tratados como un miembro más del sistema familiar, aunque sean de diferente especie a la nuestra. Siendo todo ello así, es de esperar que ante la pérdida por desaparición o fallecimiento de una mascota, sus cuidadores puedan llegar a pasar un proceso de duelo, en ocasiones, difícil de sobrellevar pues no se pierde tan solo a un animal, sino también a un compañero.
PÉRDIDA DE OBJETO ESPECIAL
Hay objetos que forman parte de nuestra vida de una forma muy especial, por el significado simbólico que les otorgamos, por nuestra historia entorno a ellos, por quienes nos lo dieron o regalaron, por a quien nos recuerda o de quien era o por el recuerdo de un tiempo al que podemos volver cuando lo observamos, tocamos u olemos. Los objetos, en ocasiones, son vinculaciones emocionales con personas o circunstancias que quedaron atrás y conservarlos no ayuda solo a su mantenimiento como elemento físico, sino también a la conservación del recuerdo.
Cuando perdemos un objeto de vinculación, se puede llegar a creer que el recuerdo que va ligado a ese objeto se desvanece y esto puede acarrear sentimientos de tristeza, culpa, rabia e incluso vacío, ya no tanto por el objeto en sí, sino por la implicación simbólica que para nosotros tenía. Es conveniente en este tipo de pérdidas, analizar la agudeza del duelo tras la pérdida, pues quizá sea necesario trabajar la elaboración del proceso de duelo, no tanto del objeto en sí, sino de aquello con lo que se vinculaba y que quizás, no esté del todo resuelto.
DESAPARICIÓN
Es complejo englobar en un mismo apartado los conceptos "desaparición y duelo", dado que, casi en la totalidad de los casos de personas que pierden a un familiar o ser querido a causa de una desaparición, los procesos de duelo suelen ser crónicos quedándose estancados en alguna de sus fases o pasando por unas y otras de forma continua. No suele llegar a realizarse una aceptación completa de la pérdida, quedando, en muchos casos la esperanza de volver a ver a esa persona. Esto suele esta muy ligado a la no visualización del cadáver, que certifica de forma fehaciente que ese ser, a quien tanto se ha querido, ha dejado de vivir. Esto, en los procesos de desaparición no está, creando un sentimiento de esperanza que dificulta la adecuada elaboración del proceso de duelo. Suele existir esperanza por encontrarlo/a y a la vez desesperanza al no hacerlo, con los consiguientes sentimientos de fracaso, ira o tristeza.
FASES DEL PROCESO DE DUELO
FASE DE NEGACIÓN
Dada la dureza del acontecimiento y el dolor que provoca o puede provocar, la persona se niega a aceptar lo que sucede. Es la etapa del cuestionar: ¿Qué va a ser de mi? Puede desembocar en insensibilidad o que filtremos solo aquella información que se es capaz de soportar.
FASE DE IRA
Es una fase puramente emocional. Puede aparecer inmediatamente tras la pérdida o pasado un tiempo. Es un método útil y necesario para liberar dolor. Reacción natural ante el cambio, la cual no hay que parar o inhibir, sino gestionar, asumir y expresar.
FASE DE NEGOCIACIÓN
La persona se plantea deseos y querencias, antes y después de la pérdida:
- Antes de la pérdida: lo venidero podrá cambiar y será mejor que el presente
- Después de la pérdida: Se compadece por lo que podría haber hecho, soliendo desembocar en sentimientos de culpa y autoresponsabilización.
FASE DE DEPRESIÓN
Sensación de vacío y sentimiento de tristeza cuando se evidencia el cambio. Etapa de dolor al máximo exponente. Es el momento de apoyar a la persona doliente, pero dejándola expresar su dolor
FASE DE ACEPTACIÓN O CONTINUACIÓN DEL RECHAZO
Etapa final o de resolución. O se acepta el cambio o se rechaza:
- Si se acepta: se elaborará el duelo con mejor ánimo, de forma más rápida y con menos secuelas
- Si se rechaza: se puede vivir en un constante ciclo en el que se experimentan constantemente las fases anteriores, desembocando en un duelo patológico
Aceptar no implica sentirse bien o estar de acuerdo con la pérdida, sino asumir que se da una nueva realidad y que debemos aprender a vivir con ella.
estados emocionales del proceso de duelo
CULPA
Atribución de la responsabilidad de la pérdida. Se puede atribuir culpa a uno mismo, a la persona que se pierde e incluso a terceras personas. Puede sobrevenir por un acto directa o indirectamente relacionado con la pérdida o por actos realizados u omitidos durante la relación de vinculación. Nace de la convicción de que ya no habrá ocasión de remediar los errores cometidos ni de recobrar las oportunidades perdidas. El sentimiento de culpa es uno de los que mayor fuerza tienen para anclar a la persona doliente en un proceso de duelo complicado. Engloban a otros sentimientos (tristeza, ira o soledad) y se desarrolla por un proceso racional que resulta complicado erradicar si no se indaga correctamente en dichas culpas.
IRA
Íntimamente relacionado con el sentimiento de culpa. Culparnos a nosotros mismos por la pérdida o culparle a la persona que se pierde por "dejarnos solos" puede desencadenar el sentimiento de rabia. Desde un punto de vista social, no es correcto mostrar rabia y ni mucho menos mostrar rabia hacia una persona fallecida. La rabia es algo que si se expresa se considera como algo inadaptado y fuera de lo normal, como algo que hay que controlar. Es recomendable eliminar este esquema social que incita a la represión y que tantas psicopatologías ocasiona. Es fundamental que se expresa la rabia, si se siente, cuando se pierde a un ser querido ya que es parte del proceso de elaboración del duelo. Es importante que la persona doliente consiga canalizar su rabia y darse cuente de hacia quien presenta esa rabia, si hacia la persona vinculada o hacía sí misma.
TRISTEZA
Puede ir ligada a otros sentimientos como son la soledad y el miedo a lo desconocido, es decir, va ligado a la sensación de vacío y desorientación social. Aparece por el vacío existencial que deja la persona tras la pérdida. Se llora la marcha del ser querido pero, indirectamente, se llora la marcha de parte de uno mismo.
MIEDO
Los tipos de miedos tras una pérdida, dependerán, entre otros factores, de la relación emocional que el doliente tuviera con su objeto de vinculación y del tipo de pérdida. Cuando hablamos de pérdidas tras el fallecimiento de un ser querido, algunos de los miedos que se pueden tener son los siguientes:
Miedo a la propia muerte.
Miedo al difunto.
Miedo al futuro y la incapacidad para afrontarlo sin este ser querido.
Miedo a la soledad.
Miedo a ver morir a todos aquellos a quienes queremos.
Miedo a no volver a ser quiénes éramos.
Miedo a no volver a estar bien nunca.
Miedo a ser rechazados puesto que ya “dejamos de ser la esposa/ el marido de…”.
SHOCK
Se da con bastante frecuencia en los momentos posteriores a la pérdida, aunque puede prolongarse días. Insensibilidad ante la pérdida de su ser querido ya que aun no es consciente de la realidad existente. Se suele dar con bastante regularidad tras aquellas pérdidas de carácter repentino y traumático. El estado de shock es propio de aquellas personas que son incapaces de reaccionar ante una situación traumática y, cuando esta se da, actúan una serie de mecanismos de defensa cuya función es regular el dolor emocional que se siente con la finalidad de dosificarlo. Saldrán de su estado de shock cuando se encuentren preparadas para sentir, ni antes ni después.
ANSIEDAD
Ante sucesos traumáticos, el estrés y su derivación que es la ansiedad, juegan un papel crucial para la canalización emocional. El estrés deriva en ansiedad dado que resulta complejo controlar tal nivel de estrés. Íntimamente relacionada con los miedos mencionados.
SOLEDAD
Característico en aquellas personas dolientes que tenían una intensa relación emocional con la persona de vinculación y cuya relación podrá haber sido de cierta dependencia social y emocional. Cuando se han pasado muchos años de convivencia con una persona, la diversidad de experiencia que se comparten hacen que el apego que se establezca sea cada vez más fuerte y, por ende, el sentimiento de soledad, e incluso abandono por parte de esa persona, se vive con más intensidad.
IMPOTENCIA
Muy marcado ante pérdidas por fallecimiento. El deudo siente que la muerte le ha arrebatado parte de su vida y no ha podido hacer nada por remediarlo. Este sentimiento se hace aun más fuerte cuando se ha establecido en vida una relación de dependencia con el fallecido, donde el vínculo y el apego fueron la esencia de vida del ahora deudo.
ALIVIO
Muy frecuente cuando la relación de vinculación ha resultado muy traumática y tóxica o ante personas cuyo ser querido fallecido ha pasado por una larga enfermedad y el deudo les ha acompañado durante todo el proceso. Suele haber duelo anticipado. Suele darse también tras la muerte de personas maltratadoras. El deudo descansa tras la pérdida ya que su familiar no volverá a maltratarlo jamás. Este sentimiento, en este caso concreto, en ocasiones suele estar relacionado y muy ligado al sentimiento de culpa, el cual hace que el duelo se cronifique.
FATIGA
Suele ser bastante frecuente, sobre todo en los días posteriores a la pérdida. La cantidad de emociones y sentimientos que envuelven a la persona en duelo son tales que le impiden sentirlas y analizarlas una tras otra para su adecuada regulación. Tanto la fatiga física como la emocional pueden llegar a durar varios días tras la pérdida.