Álvaro Tomás García
La intervención psicológica, a mi modo de ver, es un proceso de ayuda y acompañamiento hacía una situación de bienestar. Este último término puede adoptar diferentes connotaciones dependiendo de la persona, de los objetivos, metas, logros o prioridades vitales que cada cual, como ente individual, se quiera marcar. La persona no ha de ser tratada como “paciente”, como aquel que espera a que le solucionen su problemática. La persona es un ente activo que fomenta y desarrolla su propio bienestar, como no, y siempre que sea necesario, con la ayuda del terapeuta.
El proceso de intervención surge cuando la persona cree como beneficiosas una serie de conductas de carácter autodestructivo, o perjudiciales para las personas de su entorno, cuando se encuentra estancada emocionalmente, cuando desconoce sus motivaciones, cuando se siente mal y no sabe cuál es la causa, o cuando, aun a sabiendas de la existencia de un problema, desconoce cuál es concretamente y la salida del mismo hacia su individual estado de bienestar. Es aquí, ante la existencia de tales dilemas, cuando la intervención del psicólogo se hace necesaria y es de carácter prioritario.
La evaluación, diagnóstico y tratamiento psicológico han de ser entendidos como un englobe de todas aquellas ramas que rodean a la psicología. Estimo como un error de importante calibre el tratar a una persona desde una única perspectiva perdiéndose así, otros muchos pilares, ricos en conocimiento, que nos aportan las demás perspectivas. Es aconsejable que el proceso de acompañamiento de la persona en su proceso de recuperación se forme desde una visión multidisciplinar, dentro y fuera del individual marco de actuación.
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