Psicólogo Álvaro Tomás
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El psicópata siente emociones pero no empatiza con las de los demás


A diario, en los medios de comunicación, nos encontramos con noticias escalofriantes que narran historias de personas que atentan contra la vida y los derechos de sus iguales. En muchos casos, a estos individuos se los tacha con el etiquetado de psicópatas dado lo inhumano de sus actos. No cabe en la conciencia de un persona calificada como “normal” el que otro ser, semejante a sí mismo, sea capaz de cometer atrocidades tales como asesinar a su familia, violar a innumerables mujeres o abusar de niños. Es algo impensable para el ciudadano de a pie, algo tan solo reservado a mentes enfermas.


La definición del término psicopatía aun hoy, y tras muchos años de estudio, no ha quedado clara. Todas las investigaciones que han abordado este aspecto psicológico han aportado una gran variedad y riqueza de conocimientos, pero, al parecer, ninguna de ellas en su totalidad a llegado a ser aceptada por el conjunto de la comunidad científica.


Algunos autores abogan por la consideración de la psicopatía como un trastorno de personalidad, entendiéndose esto como, un conjunto de perturbaciones o anormalidades que se dan en las dimensiones emocionales, afectivas, motivacionales y de relación social de los individuos. Aun mas, no entraremos en el debate de sí es un estado psiquiátrico, dada la controversia del concepto.


Uno de los aspectos más característicos de la psicopatía es el relacionado con la empatía. Las personas de a pie suelen pensar que los llamados psicópatas carecen de emociones y sentimientos. Esto en cierta medida es verdad, pero solo en parte. Un psicópata es consciente de que los que le rodean sienten y se emocionan, saben de la existencia de dichos estados, pueden llegar incluso a imitarlos si lo encuentran oportuno, pero muestran por ello indiferencia, insignificancia e insensibilidad. Pueden adoptar y manejar los estados emocionales de los demás a su antojo, sin atisbo de culpa, vergüenza o remordimiento, ya que estos tres últimos conceptos, en sí mismos, son estados emocionales. Podríamos llamar psicópata a aquel que, a modo de metáfora, estando en un baile y a sabiendas de que ha de bailar, no escucha la música.


Estas personas son conscientes del bien y del mal, conocen ambas polaridades, dado que saben cómo se sienten las personas antes esos dos extremos. Tienen una notable inteligencia. Saben que si, ante sus actos, alguien llora, lo están haciendo mal, y si ríe, sus actos son bondadosos. Pero no muestran la más mínima consideración por el estado emocional ajeno, todo ello les es tan significativo como la muerte de una mosca para cualquier persona de la calle.


Muestran, por otra parte, un elevado egocentrismo que les lleva a actuar por propio interés. Ello estaría relacionado con una notable pobreza en las relaciones sociales, ya que su única meta es la de recoger la máxima información y beneficio posible, sin llegar a plantearse siquiera en lo que ellos aportan a dichas relaciones. Reflejan un planteamiento relacional en balanza, es decir, en términos de ganancias y pérdidas. A sus ojos, su estado es inalterable, no puede ser corroído. Son relaciones basadas tan solo en el interés, sin ningún tipo de reciprocidad.


Una frase que deja constancia de lo expuesto y que resume el conjunto de la personalidad de un psicópata es la referida por Anatoli Onoprienko, mano ejecutora del asesinato de 52 personas en Ucrania:


“No hay mejor asesino en el mundo que yo. No me arrepiento de nada, y, si pudiera sin duda volvería a hacerlo”


¿Sigues sin comprender la mente de un psicópata?

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