Psicólogo Álvaro Tomás
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¿SOLO LA FAMILIA Y AMIGOS CERCANOS TIENEN DERECHO A ACUDIR A LOS RITUALES de despedida?


Cuando despedimos a un familiar que se ha marchado, porque ha muerto, muchas personas tienden a decir frases como: “Esta persona no tenía ningún sentido que estuviese”, “Había gente que yo no conocía”, “Me sobraba la mitad de la gente” o “Esto es solo para la familia o amigos cercanos”. Pues bien, hay que tener en cuenta la gran diversidad de vinculaciones afectivas y sociales que llegamos a entablar a lo largo de nuestra vida, no solo de los familiares, sino del difunto.


Según Guillermo Zurita (2019), el duelo desautorizado, también llamado duelo silente o duelo prohibido, es aquel que nosotros mismos, el entorno o la sociedad en la que vivimos nos niega o nos fuerza a no expresar de la forma en que necesitaríamos. Hay multitud de condicionantes que llevan a que se produzca un duelo desautorizado siendo uno de los principales que exista un conflicto interno que estimula la desautorización. Cuando somos nosotros mismos los que deslegitimamos nuestras propias emociones acerca de una pérdida, en la mayoría de los casos, por no decir en todos, será porque nos presente un conflicto interno.


Establecemos relaciones y vinculaciones de muy diversa índole: familiares cercanos, familiares distantes, exparejas, amantes, mejores amigos, amigos cercanos, amigos menos íntimos (colegas), conocidos, vecinos, compañeros de trabajo, amigos con los que se ha perdido la relación pero en su momento fue muy cercana, otros que aun no habiendo sido cercano hubo relación, relaciones que se dieron en un momento vital de forma puntual o, incluso, desconocidos para quienes tenemos cierta relevancia por ser importantes para personas cercanas a ellos. A ninguno de ellos, se les debe privar el derecho de ejercer una despedida digna, pues hay que recordar que los rituales de despedida son por y para el difundo, no por y para la familia, aun siendo la familia quien lo organiza.


A esto muchos podrán decir: “Si, pero el difundo ya no se da cuenta de eso y los que lo sufren son los familiares”. Correcto, la familia lo sufre, pero muchas otras personas, igual también. Lo que si es cierto es que como familiares y amigos cercanos conocemos la vinculación que teníamos con la persona que ha muerto. Pero, ¿sabemos la vinculación de esas otras personas con el difunto, a las que quizá no conocemos? Y si las conocemos, ¿sabemos cuál es la necesidad de acudir a despedir a nuestro familiar? ¿Cuán de importante es para esas personas ejercer su derecho a presentar los respetos pertinentes? ¿Sabemos si tienen algún asunto pendiente con el difundo y necesita exculparse, aunque sea con sus restos? ¿Quiénes somos nosotros para juzgarlo?


Los rituales de despedida por un difunto tienen una connotación social, dado que, en vida, fuimos, de una u otra manera, animales sociales y, como tal, establecemos vínculos. Es importante la despedida, pues es de los elementos que más protegen sobre el duelo complicado y, son, así mismo, elementos que favorecen un cambio sano de etapa, fin y reestructuración de un rol social o resolución de un conflicto. Demos la opción de hacerlo y no juzguemos a quienes quieren ejercer su derecho. Eso no quita que, en nuestro proceso de duelo, nos respetemos nuestras emociones y necesidades, así como que sí, durante los rituales de duelo, percibimos actitudes o conductas indecorosas, se lo hagamos saber a esas personas.


Permitamos la despedida a quien se quiera despedir, ya que, la experiencia del morir y de la despedida en la muerte, solo de vive una vez.

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